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Y cúal es tu valor?

Hace poco fui a cine, y tuve la oportunidad de ver una película de esas de comedia. Siendo honesto la película no es muy buena, pero sí muy entretenida y divertida. Me llamó mucho la atención la trama de la película porque desarrolla un tema que hoy en día es muy susceptible; el aspecto físico.


La protagonista una mujer de entre los 35 y 40 años, se ve envuelta en situaciones bastante absurdas pero muy jocosas. Tras pasar por un evento desafortunado que la lleva a pensar, que milagrosamente, su físico tiene un drástico cambio “positivo”, comienza a sufrir una distorsión de la realidad cuando se ve al espejo. Esto la lleva en caminarse en una serie de situaciones de superación y aceptación social que antes nunca hubiera creído posible.


La película tenía un mensaje claro, y es hasta qué punto el tema físico afecta los diferentes aspectos de nuestras vidas: desde lo laboral hasta lo social, lo que me llevo a reflexionar sobre las dinámicas sociales y la forma de vernos, sobre todo, hoy en día, que la imagen de una persona cuenta de manera holística en una sociedad que se rige por estándares impuestos. Y sí, sé que tal vez esto sea un tema bastante cliché para abordar, pero creo que obviamos nuestra propia realidad; sin darnos cuenta deshumanizamos el valor real de las personas anteponiendo los parámetros de “lo lindo o linda” y si a eso le sumamos el hecho de que no solo la maquinaria del consumismo nos transforma la mentalidad y la forma de vernos, sino que las redes sociales nos imponen también sus cánones, lo que enfila categóricamente el físico al extremo.


Y no estoy en contra del estilo de vida deportiva y saludable que adoptan las personas por gusto propio o salud, lo que cuestiono es el adoctrinamiento de este tipo de prácticas que solo son la respuesta al estímulo de lo impuesto, la obligación a verse de cierta manera.


En un esfuerzo por encajar, encantar o llamar la atención queriendo vernos como dictan las tendencias, asumimos roles que no tienen que ver con nuestra realidad, nuestra propia realidad. Un filtro aquí, una pose allá, un escenario llamativo, el mejor socialité, ¿en realidad estamos siendo honestos con nosotros mismos o estamos viviendo para las expectativas de otros?


Terminas mirándote al espejo y crees que no encajas en ese molde social que te han impuesto, al que necesariamente crees que tienes que acceder para permitirte la aceptación de personas que ni conoces, miras las redes sociales y encuentras que el valor de una persona se mide por la cantidad de me gusta en sus fotografías, las críticas sobre el aspecto, el peso, o profesión hacen parte de las intenciones despectivas que se tienen para referirse y clasificar a otros. Es aquí cuando empezamos a creer que este tipo de acciones determinan nuestro valor.


Siento que dejamos que nos quiten la seguridad, que absorban lo que realmente somos y nos veamos absortos en unas dinámicas en donde lo que cuenta en su totalidad es el exterior, perdemos lo que somos porque debemos agradar y estar en sintonía con lo que la presunción y la frivolidad determinan. Volvemos un mantra frases como: “voy al gym porque los sentimientos no se notan”.


Considero que no es necesario ser parte de todo esto para ser felices, sí, porque lo que realmente ofrece este paquete de transgresiones tóxicas es felicidad efímera. Si dejamos de cuantificar el valor de un ser humano, de hacer propios ideales editables por apps y filtros, y buscar aceptación masiva de desconocidos, entenderemos que el valor real está en lo que somos como personas, en nuestros valores, y nuestra capacidad real de ofrecer a otros más que una pose bonita en una fotografía bien angulada y filtrada.


Aceptemos que el defecto también hace parte de la belleza. Y que, como la protagonista de la película, la única aceptación que necesitamos para ser felices es la propia y que todo es cuestión de actitud.

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